26/10/2019 ~María Paz & Sebastián ~



    ¿Recuerdan el matrimonio de Paula y Jonathan? (Si no, leer aquí) Pues, María Paz es la hermana de Paula. Pero suena rarísimo decirle por su nombre ya que ella siempre pidió que le dijéramos "Mery". Cada uno con sus caprichos.

  El símbolo de la unión

    Por ese nombre la conocí desde que llegó a la iglesia. Ya saben, Roca Grande. Al principio venían las tres hermanas y siempre me llamaron mucho la atención: tan distintas entre sí pero tan bonitas. Los primeros recuerdos son de haber compartido varias clases del instituto bíblico con ellas, sin embargo, la hermana menor no se quedó. Mery sí.

    Su estilo, en general, era muy distinto al mío. Usualmente me sentía infantil a su lado. Su maquillaje, su ropa, su trabajo, todo parecía ser más maduro que lo que yo hacía. Probablemente así era.

    Compartimos excelentes momentos en los "estudios de Romanos". Estos eran estudios bíblicos que se hacían en algún aula del campus San Joaquín de la PUC y lo dictaba el doctor en física Pedro Ochoa, acompañado en las gestiones por su tremenda esposa, la señora Carol Ochoa. Estudiábamos versículo a versículo el libro de Romanos, además de comer, conversar y hacer dinámicas. Esto último era justamente lo que Mery más detestaba (al igual que el Minsi). Le parecían terribles y trataba de evitarlas, como también hacía en campamentos de verano. 

    Teníamos un pequeño grupo de amigas, compuesto por ella, Cami, Christie y yo, en el cual, a pesar de ser muy diferentes la una de la otra, podíamos congeniar bien.

                                                  El autito de la novia detrás de nosotros.

    Mery tenía trabajos interesantes, pero sin duda mi favorito, fue el que se dedicara a escribir e ilustrar libros infantiles. De hecho, fuimos al lanzamiento de su primer libro: "Mi zorzal". Por supuesto, tengo un ejemplar en mi casa y gustaría de que todos tuvieran uno. Creo que está pronta a sacar otro.


    De repente, apareció el Seba, el hombre que conquistó el corazón de Mery. Yo quería conocerlo porque, en algún momento, en mi inquieta mentesilla quise juntarla con el Minsi. Así que valía la pena saber quien era este Seba. 

    Los invitamos a tomar once a nuestro departamento para conocerlo y ofrecerles algún tipo de ayuda para su relación. Pusimos nuestro mejor juego de loza y pasamos una velada muy agradable. Tan agradable como también fue conocer al Seba. Así, fuimos invitados a su matrimonio, uno en donde nos tocó descansar de los cantos y simplemente disfrutar de la fiesta. 

    El día en que se realizó la boda fue un día muy bonito. Recuerdo el cielo azul brillando alegre sobre nuestras cabezas. Como siempre, mi mamá (mami, te amo) nos prestó su auto y yo manejé. Me parece tremendamente incómodo manejar con tacos, así que me puse mis chancletas bamers negras para ser feliz en el auto. El vestido que usé era bien especial porque me lo regaló Gaby. Dijo que se lo habían regalado a ella, pero que cuando lo vio pensó en mí así que me lo ofreció. De un particular color rosa neón me lo puse. Lamentablemente esa fue la única ocasión en que lo usé ya que luego se lo prestamos a una amiga que lo manchó irremediablemente. 

    Mery llegó en un autito precioso. Lejos allá, se acercaba caminando por el pasto de un verde intenso. Su paso era firme y nervioso a la vez. Cuando estuvo suficientemente cerca pude apreciar (soy bien miope) lo hermosa que se veía. Su vestido era boho elegante, sus pestañas larguísimas. 
    

                                                                        ¡Qué bello cielo!

    La mesa que nos tocó estaba compuesta por gente que conocíamos y una pareja nueva: Pablo & Victoria. Resultó que esta pareja asistía a la misma iglesia que asiste Carla Hermann, profe de física de Beauchef (una mujer brillante) y capataron mi atención de inmediato. Aunque yo nunca tuve clases con ella, les dije que la conocía, y así comenzamos a hablar. Ellos fueron un plus de esta boda porque tuvimos una conversación muy refrescante. 
    Y como siempre pero no por eso malo o aburrido, nos tomamos fotos, reímos, comimos, bebimos y disfrutamos a concho todo lo que se podía ese día. Terminé agotada, volviendo a casa con mis chancletas y mi marido a cuestas. Feliz.
    ¡Gracias a Dios por instaurar el ritual de las bodas!

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